Ecosistema emprendedor

¿Quién vende en un restaurante?

Susana Cavazos
Lic. Relaciones Internacionales y Políticas Públicas

Verano de 1995. Me habían corrido de la preparatoria de monjas en Monterrey.

Mis padres ya estaban divorciados; yo soy la mayor de dos hermanos. Cuando pasó esto, mi papá se enojó muchísimo: me retiró toda la ayuda económica para estudiar y me comentó que aprendiera de la vida y saliera adelante sola. Mi mamá, fiel creyente de Dios, me dijo: “Ponte a trabajar, deja de llorar y sal adelante”.

Así, metí solicitud en un restaurante-bar, que en aquel entonces era el de súper moda: el primero en la ciudad con terraza, música con DJ y el más elegante de toda la ciudad. Se llamaba ‘Café Tequila’. Yo, niña fresa, pues dije: “Esto es lo mío”.

Me contrataron como mesera en el área del restaurante e inició mi entrenamiento técnico: los platillos, los cubiertos, cómo llevar una charola y cómo tomar los pedidos; aprendí rápido, aunque siempre tiraba la charola de bebidas porque eran copas de cristal muy altas, de la famosa bebida ‘huracán’ y mantener el equilibrio era complicado… Llegaba a casa a las 3:00 de la madrugada, empapada en alcohol, y mi mamá siempre me recibía casi infartada.

Le decía: “No tomé alcohol, solo lo tengo encima… Mamá, es complicado cargar las charolas de bebidas”. Ella me decía: “Algún día aprenderás”.

Dormía de 3:00 am a las 6:00 am porque me levantaba para estudiar la prepa abierta a las 7:00 am. Era pesado, pero no imposible porque tenía juventud. Estando en la ‘mesereada’ me di cuenta de algo viendo a mis compañeros: yo sacaba entre 800 y 900 pesos al día en el área de restaurante, y los de la terraza ganaban entre 1,500 y 1,700 pesos diarios de propina porque todo mundo quería estar ahí; pedí mi cambio, pero no me lo quisieron dar porque dijeron que era muy pronto.

Entonces me dispuse a demostrar que también en restaurante se podía sacar lo mismo de propina y comencé a observar a los clientes; cuando aprendí a dar servicio de excelencia, me pedían más cosas y la cuenta subía y mi propina también. Entonces dije: esto me gusta, ¿de qué se trata?

– “Me conecto con ellos, observo y soy empática; de esa manera ellos se sienten cómodos, en confianza, y les puedo ofrecer más cosas de la carta; así la cuenta sube y mis propinas también”, le contesté.

El Gerente me preguntó entonces para qué estaba ahorrando dinero.

– “¡Para estudiar una carrera y ser una gran empresaria como todos los que vienen a cenar aquí!”

– “¡Wow! Tienes bien claro qué quieres, ¿verdad?”

– “Claro, es mi sueño”, le contesté

– Me dijo: “Hagamos algo, ¿quieres triplicar tus propinas?”

– “Obvio, quiero demostrarme a mí y a mis padres que puedo salir adelante”, le dije
– “Ok, Susana. Hagamos esto: entrena a los meseros del área de restaurante, enséñales a hacer empáticos y a conectar con los clientes. Si logras llenar en el área de restaurante, te paso a la terraza, ¿te parece bien?”

– “Claro, encantada…”

En menos de dos meses mis compañeros subieron sus propinas y el área de restaurante estaba llena. Ahí yo aprendí que tenía un gran talento: VENDER. No sólo eso: además sabía enseñar a vender. ¡Wow, qué gran descubrimiento!

Fue cuando me pasaron a la terraza en donde estaba toda la onda: muchas mesas de 10-15 personas, mariachi, y más ganancias para mí. Así descubrí tres cosasimportantes para vender en un restaurante:

1.- Ser empático con el cliente
2.- Servicio de excelencia
3.- Confianza para ofrecer más producto

Por ejemplo, cuando veía a los clientes festejando algún aniversario, les ofrecía el café gratis y así compraban el postre… cuando veía que festejaban un logro laboral, les comentaba que era bueno festejar con alguna bebida los triunfos y así me pedían más botana… Pronto subieron mis ingresos y el gerente me mandó llamar.

– “Susana, ¿qué estás haciendo? Tenemos muy buenos comentarios de tu servicio con los clientes, se van encantados y creo que han subido tus propinas, ¿qué haces?”, me dijo.

Al poco tiempo de estar en la terraza, yo tenía ingresos de propina entre 2,500 y 3,000 pesos diarios. ¡Estaba feliz, porque por fin había logrado subir mis ingresos!

Recuerdo que con mi primer sueldo mi mamá me compro ¡medias! Yo infartada le dije: “¿Medias, mamá? Si estamos a 40 grados, ¡¿para qué quiero yo medias?! “Susana, tú debes vestir formal como una señorita y así poder ser una gran empresaria como es tu sueño”.

En fin, cosas de mamás. Yo le daba parte de mi dinero para que pudiera sustentar algunos gastos de la casa con mis hermanos. Y eso me hacía muy feliz.

Por fin terminé mi prepa abierta, tenía mi certificado, ganaba buen dinero para pagar mi universidad; entonces presenté el examen de admisión y fui aceptada en la carrera de Comercio Internacional.

Yo tenía todo: dinero, buen trabajo, ayudaba a mis compañeros a incrementar sus propinas, y además, había podido ingresar a la universidad. Fue cuando el dueño de aquel restaurante me ofreció la gerencia del turno nocturno; yo brincaba de emoción y felicidad: podría demostrar a mis papás que era una persona que podía salir adelante.

Todo era casi perfecto hasta que en la universidad me dieron el turno nocturno y todo se me vino abajo: ¡tenía que tomar una decisión! Estudiar o ser una gran gerente del mejor restaurante de Monterrey.

Hablé con mis padres, expuse las circunstancias y me dijeron: “Has aprendido la lección, estamos orgullosos de ti. Dinos, ¿qué aprendiste con esta experiencia?”

Mis respuestas fueron contundentes:

1.- El dinero no es fácil ganarlo. Pasé por muchas áreas en el restaurante: mesera, cajera, hostess, lavaba baños, lavaplatos… y el trabajo fue duro

2.- Hay compañeros que trabajan de meseros, parrilleros, cocineros… para llevar sustentos a sus hogares, a sus hijos y a sus esposas; yo solo obtuve dinero para estudiar

3.- Descubrí que deseaba ser empresaria para sentarme en esos restaurantes y poder disfrutar de una linda cena y una linda noche; y supe que necesitaba los estudios para poder lograrlo

Así es que mis papas me dijeron: “Muy bien, Susana, tienes todo nuestro apoyo para estudiar”.

Le di las gracias al dueño del restaurante, le expliqué que no había turno matutino ni vespertino en la universidad y que mi sueño era graduarme y ser una gran empresaria. Él entendió la situación y me dijo: “llegarás muy alto porque tienes muchas virtudes que explotar”.

Durante la universidad trabajé en las mañanas vendiendo celulares y cursos de comercio exterior; me gradué y empecé a trabajar en una empresa transnacional de transporte y llegué a ser directora de ventas a nivel nacional.

Años después me casé, hoy tengo un hijo maravilloso y ahora YA SOY EMPRESARIA. Tengo mi propia empresa donde apoyo a las personas a vender, y además doy coaching de alta dirección. Mi sueño hecho realidad: ayudar a las personas a cumplir sus sueños personales con las ventas, y a los directores, a tener una vida equilibrada y un liderazgo sano y motivador para sus equipos

Las ventas están en todos lados: todos podemos vender, solo es necesario conectarte con el cliente y ser empático.

¡Feliz, realizada y muy comprometida a seguir apoyando a aquellas personas a vender!

En un restaurante aprendí a vender, a ser compasiva con los demás y descubrí talentos que no sabía que tenía; como ahora, con este artículo, aprendí a escribir y a transmitir mi mensaje a personas como tú.

Billetes y chocolates por siempre

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